sábado, 22 de agosto de 2009

this is a song for anyone who can't get out of bed...



Cepillo de dientes nuevo: La lavada “estreno” siempre es muy larga, no lo puedo evitar, no me resisto a la flexible dureza de las cerdas cuya memoria fue casi apagada gracias a la rutina desgastante del que ha sido desechado. La pasta se siente más fría, el agua más fresca y mi boca más limpia. Quizás en este mismo instante alguien recuerde lo suave que son y deben ser las toallas tras embutirse en una nueva y otra persona haya levantado su cabeza de una almohada especialmente esponjosa. Después de una noche lluviosa, la mañana huele a deliciosa higiene.


Salgo a la calle y una madre amenaza a su hijo con enjabonarle la lengua, una amenaza taaan anticuada que la encontré encantadora y me recordó –una vez más- a lo que me había desacostumbrado: al terror que despertaba en mí las expresiones “comienzo de quinquemestre” y “en los Bundesjugendspiele” (olimpiadas/examen de Educación Física en el Colegio Alemán), a que las seis de la mañana siguiera realmente oscuro, a pensar en mi peinado del día siguiente, a esperar con entusiasmo alguna “quema de llantas” (mi único interés en la política surgía de la esperanza de la suspensión de clases gracias a esta práctica), a que en el bus pusieran Radio Sucre (“Compre su leche La Pampa”), que alguien me hiciera el desayuno, que me pregunten si me lavé las manos, que mis hermanos me pidieran que les leyera algo y el jingle de Aló que tal.


Me enteré de que a "Go" lo cerraron por no entregar facturas y ese lugar es tan ajeno a mí como el día en que los grillos tapizaban la piscina gracias al invierno.


Es un lugar común donde todo se desencaja para mí: me obsesiona esta ciudad en donde nada me pertenece; a más sentir migrante, más necesidad de reflexionar sobre algún lugar en concreto. Algunos con la idea de que a falta de estar pegados con brujita es una ventaja que les proporciona "objetividad". Como cuando el psicópata siente que es superior por su falta de apego pero la gente ES su obsesión, regresamos a dar vueltas sobre aquello que no nos ha incluido.


Quisiera escribir un cuento donde pueda evocar el cambio de los colores que veo cuando pienso en Guayaquil. Todo lo que antes era vivo se ha convertido en color crema y sé que es culpa de mi propio agobio, pero intento superarlo: Dejaré de revolver los cajones para entrar en ellos.

(Imagen abstracta de la Tierra)

2 comentarios:

  1. Tú dices que en las cosas simples e inútiles se puede encontrar belleza. Yo digo que en el momento en el que intentas describir esa belleza, has cambiado al objeto para siempre (¡como el gatito!), se ha vuelto una abstracción compleja en tu mente y lo que haces es complacerte en tu "visión", no en alguna resignación artística, o algo que verdaderamente pertenezca al mundo. Y me parece del putas. Yo no puedo escribir sobre Quito porque ni siquiera puedo interesarme en él. Si me lo encargan, lo rompo.

    No puedo codiciar lo que no conozco, ni odiarlo. Pero está cojonudo eso de insinuar que, al final, esas cositas infantiles, las últimas que tuvieron un sentido virginal e inmortal, nos constituyen, hasta nos definen un poco.

    A mí me hicieron escuchar,de casualidad, la 9na de Beethoven los cuatro años. He vivido decepcionado desde que se acabó el playback entonces, hasta mis 22.

    Like being mind-fucked by a train.

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  2. Una de las razones por las que dejé la cámara atrás es porque todo se había vuelto digno o no de una postal. Tengo que confesar que, efectivamente, cuando me estaba lavando los dientes pensé en cómo escribirlo... a veces darte cuenta de que estás viviendo un momento al puro estilo constructivista te puede arruinar la experiencia, pero no siempre... el riesgo de todo esto -hay que admitir- es que el resultado (el relato) suene artificioso (para ocultar que me complazco en mi propia visión como muy bien has notado) pero para ocultarlo no quisiera caer en otro artificio.

    Yo si estoy interesada en Guayaquil, no sé porque... quizás si me sintiera parte de aquí, ya me hubiera ido.

    jaja yo en cambio considero a mis comienzos musicales una vergüenza: me emocionaba el sonido de la lira que salía del casette de cuentos jaja al menos nunca esperé que durara, no sé de donde proviene mi desencanto entonces...

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