Cepillo de dientes nuevo: La lavada “estreno” siempre es muy larga, no lo puedo evitar, no me resisto a la flexible dureza de las cerdas cuya memoria fue casi apagada gracias a la rutina desgastante del que ha sido desechado. La pasta se siente más fría, el agua más fresca y mi boca más limpia. Quizás en este mismo instante alguien recuerde lo suave que son y deben ser las toallas tras embutirse en una nueva y otra persona haya levantado su cabeza de una almohada especialmente esponjosa. Después de una noche lluviosa, la mañana huele a deliciosa higiene.
Salgo a la calle y una madre amenaza a su hijo con enjabonarle la lengua, una amenaza taaan anticuada que la encontré encantadora y me recordó –una vez más- a lo que me había desacostumbrado: al terror que despertaba en mí las expresiones “comienzo de quinquemestre” y “en los Bundesjugendspiele” (olimpiadas/examen de Educación Física en el Colegio Alemán), a que las seis de la mañana siguiera realmente oscuro, a pensar en mi peinado del día siguiente, a esperar con entusiasmo alguna “quema de llantas” (mi único interés en la política surgía de la esperanza de la suspensión de clases gracias a esta práctica), a que en el bus pusieran Radio Sucre (“Compre su leche La Pampa”), que alguien me hiciera el desayuno, que me pregunten si me lavé las manos, que mis hermanos me pidieran que les leyera algo y el jingle de Aló que tal.
Me enteré de que a "Go" lo cerraron por no entregar facturas y ese lugar es tan ajeno a mí como el día en que los grillos tapizaban la piscina gracias al invierno.
Es un lugar común donde todo se desencaja para mí: me obsesiona esta ciudad en donde nada me pertenece; a más sentir migrante, más necesidad de reflexionar sobre algún lugar en concreto. Algunos con la idea de que a falta de estar pegados con brujita es una ventaja que les proporciona "objetividad". Como cuando el psicópata siente que es superior por su falta de apego pero la gente ES su obsesión, regresamos a dar vueltas sobre aquello que no nos ha incluido.
Quisiera escribir un cuento donde pueda evocar el cambio de los colores que veo cuando pienso en Guayaquil. Todo lo que antes era vivo se ha convertido en color crema y sé que es culpa de mi propio agobio, pero intento superarlo: Dejaré de revolver los cajones para entrar en ellos.
(Imagen abstracta de la Tierra)